Río Lagartos y Las Coloradas: naturaleza, flamencos y paisajes de ensueño

Excursión a Río Lagartos y Las Coloradas

Si hay una ruta en Yucatán que te conecta con la naturaleza de forma directa, visceral y visualmente inolvidable, es la que lleva a Río Lagartos y Las Coloradas. Esta experiencia no se mide solo en kilómetros recorridos ni en likes de Instagram: se mide en olores de manglar, en sonidos de alas al vuelo, en la textura del barro maya y en ese rosa que parece pintado con acuarela sobre el agua.

Por más que uno haya visto las típicas fotos de las lagunas rosas o los flamencos en fila, nada —absolutamente nada— le hace justicia a vivirlo con tus propios sentidos. Si quieres vivir una experiencia auténtica que te acerque a la naturaleza al 100%, debes incluir Río Lagartos y Las Coloradas en tu ruta.

Rumbo a la aventura: cómo llegar a Río Lagartos

La única manera de llegar a Río Lagartos y Las Coloradas es por carretera. Aunque a muchos les pueda parecer solo el “trámite” para llegar, la verdad es que el trayecto es parte integral de la experiencia. Desde Mérida o Cancún, el trayecto de tres a cuatro horas se adentra por la espesura verde del oriente yucateco. Te cruzas con pequeños pueblos cuyos habitantes descienden de los mayas, casas de colores, perros que duermen bajo la sombra y viejitos en hamacas, todo en un ritmo completamente desconectado de cualquier reloj moderno.

A medida que avanzas, el entorno cambia sutilmente: los árboles se abren, el aire se hace más salado y, sin darte cuenta, estás entrando a Río Lagartos, un pequeño pueblo pesquero donde todo gira en torno al agua, a los manglares, a la pesca y al turismo de naturaleza. Aquí todavía no ha llegado el turismo masivo, no hay grandes hoteles ni ruido urbano, solo pescadores, lanchas, mariscos frescos y una calma que envuelve.

Río Lagartos: la vida entre manglares

Río Lagartos es un pueblo donde todo gira en torno a su Reserva de la Biosfera, declarada área natural protegida y famosa por su biodiversidad. Desde temprano, los tours en lancha salen con grupos pequeños, generalmente guiados por pescadores locales que conocen cada canal, cada islote, cada escondite donde duermen las aves o donde los cocodrilos asoman la cabeza con sigilo.

La experiencia de navegar por los manglares es simplemente fascinante. El agua es tranquila, las raíces de los árboles forman laberintos naturales, y en el cielo no dejan de pasar garzas, pelícanos, cormoranes e incluso águilas pescadoras. A diferencia de las ciudades, aquí todo está vivo, todo se mueve, todo respira.

El punto álgido de la excursión llega cuando la lancha se acerca a las zonas de alimentación de los flamencos rosados. Desde lejos parecen manchas sobre el agua, pero conforme te aproximas, ves cómo caminan en fila, cómo sumergen sus picos, cómo el color de sus plumas contrasta con el cielo. Su color tan vibrante se debe a su dieta rica en caroteno.

Si has visto flamentos en zoológicos o reservas cerradas, te darás cuenta de que no son iguales a estos. Aquí se sienten majestuosos, libres y muy vivos. Esto se debe a que no son un mero entretenimiento para los turistas, si no que están bien protegidos. La mayoría de las embarcaciones respetan una distancia prudente, lo que hace que el momento se sienta aún más auténtico, como si fueras un invitado silencioso en un espectáculo natural.

El baño maya: arcilla, sol y muchas risas

Después de perderte entre manglares y flamencos, el tour hace una parada en una zona que parece sacada de un spa natural, pero mucho más salvaje: es momento del baño maya, uno de esos momentos que se quedan en la memoria no solo por lo visual, sino por lo que te hace sentir.

La lancha se detiene en una parte poco profunda, donde el fondo es de una arcilla blanca y espesa que los guías recogen a mano. Te invitan a cubrirte con este barro que, más allá de ser divertido, tiene una historia muy antigua. Esta arcilla se ha usado desde tiempos prehispánicos por sus propiedades exfoliantes y revitalizantes, y hoy sigue siendo un ritual que mezcla salud, cultura y mucha risa.

Lo cierto es que, mientras te embarras de pies a cabeza, no estás pensando en minerales ni en la historia ancestral. Estás riéndote, tomándote fotos con la cara cubierta de barro, viendo a otros turistas improvisar corazones o bigotes con la arcilla, y sintiéndote parte de algo colectivo, espontáneo y profundamente humano. Es una pausa lúdica en medio de tanto paisaje impresionante, donde el cuerpo se relaja y la mente se suelta.

Luego de dejar que el barro se seque bajo el sol —lo cual no tarda nada en esa zona—, el recorrido sigue hacia una playa virgen. Ahí, el mar espera como un baño natural para enjuagar todo el barro. Y ese contraste es un placer: el agua cristalina, tranquila y cálida te envuelve como una caricia. Sales de ahí con la piel suave, un poco más moreno y con una sonrisa que te acompaña por el resto del día

Las Coloradas: donde el agua se vuelve arte

Si Río Lagartos es naturaleza viva, Las Coloradas es un lienzo abstracto pintado por la Tierra misma. Este lugar, que parece sacado de un sueño psicodélico, es el siguiente destino en la ruta, y aunque hayas visto cientos de fotos en redes, nada te prepara para la intensidad del color cuando estás ahí. Las palabras “laguna rosa” apenas alcanzan a describir lo que tus ojos perciben.

El fenómeno es completamente natural, aunque potenciado por la actividad humana. Estas lagunas forman parte de una salinera industrial que lleva décadas extrayendo sal marina de forma controlada. Lo que les da ese color tan característico es la combinación de microorganismos halófilos, como las halobacterias y un alga llamada Dunaliella salina, junto con una altísima concentración de sal. Cuando el sol está en su punto más alto y el cielo despejado, la superficie del agua se transforma en un espejo rosado, brillante y surrealista.

A simple vista, parece que alguien derramó pintura en el agua. Es tan perfecto que cuesta creer que no haya filtros de por medio. Pero sí, es real. Y no, no se puede nadar en ellas. Esta es una de las cosas que a algunos les puede decepcionar si no lo sabían con antelación. Las Coloradas no es un balneario; es una zona de trabajo y conservación ecológica. Por eso, el acceso es limitado, está regulado por guías locales y se debe pagar una pequeña entrada.

Los senderos están bien delimitados con barandales para evitar que la gente se acerque demasiado o contamine el entorno. No se permiten drones ni cámaras profesionales sin permiso, y las visitas son guiadas para asegurar que se respeten las reglas. Esto puede parecer estricto, pero es justo lo que ha permitido que el lugar se mantenga tan bien conservado a pesar de la creciente fama.

Durante la visita, los guías no solo te muestran los mejores puntos para las fotos —y créeme, hay algunos ángulos donde el contraste entre el cielo, el agua rosa y las montañas de sal parece cosa de ciencia ficción—, sino que también te explican cómo se produce la sal, cuánto tiempo lleva el proceso de evaporación, y cuál es la historia de la industria salinera en la región.

Además de la laguna principal, hay otras zonas interesantes que se pueden visitar en el recorrido, como pequeñas montañas de sal blanca como nieve, canales secundarios donde el rosa es más tenue, y charcas donde se pueden ver reflejos perfectos si el viento está en calma.

Cuándo ir a Río Lagartos y qué llevar

Lo ideal es visitar estos lugares entre noviembre y abril, cuando el clima es más seco y hay mayor presencia de aves migratorias, incluyendo los flamencos. Eso sí, hay que ir bien preparado: bloqueador biodegradable, sombrero o gorra, agua, snacks, traje de baño y ropa ligera que puedas mojar o manchar.

Otro consejo importante: sal muy temprano. Si haces el recorrido completo en un solo día desde Mérida o Cancún, el viaje puede ser largo. Pero vale totalmente la pena. La combinación de manglares, flamencos, barro blanco y agua rosa no tiene comparación.

También es importante llevar efectivo en pesos mexicanos. Muchos de los servicios —baños, entradas, propinas, souvenirs— no aceptan tarjeta y suelen estar gestionados por familias de la zona. Y por supuesto, cuida el entorno: no dejes basura, sigue las reglas y respeta la fauna.

Cuando visitas Río Lagartos y Las Coloradas, no solo te sientes más cerca de la naturaleza, también te sientes cerca de la población local que gestiona las actividades de la zona y te das cuenta de la importancia que tiene integrar a las comunidades locales en el turismo. Al final del día, lo que queda no son solo las fotos, sino las sensaciones. La piel suave por el barro, los ojos llenos de color y la mente completamente desconectada del estrés urbano. Es uno de esos viajes que te recuerda por qué México es un país tan diverso y mágico. Uno de esos días en que la naturaleza te habla directo, sin filtros ni necesidad de traducción.

Scroll al inicio
Explore México turismo
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.